La tradición judía afirma que Ezequiel, uno de los últimos profetas del Antiguo Testamento, escribió el libro que lleva su nombre. Descendía de una familia sacerdotal, y cuando en su juventud se preparaba para el sacerdocio, se halló entre los judíos que Nabucodonosor se llevó a Babilonia tras tomar a Jerusalén.
Ezequiel fue llamado por Dios para que fuera "atalaya" (Ezequiel 3:17) de los judíos en cautiverio, para que los alentara y les ayudara a comprender mejor el plan y propósito de Dios.
Los judíos anhelaban retornar a su hogar en Jerusalén, pero Ezequiel les hizo "comprender a Dios" y les ayudó a soportar sus padecimientos. Dios prometió a Ezequiel que el pueblo judío regresaría a Jerusalén después de setenta años de cautiverio.
Profetizó la destrucción de
Jerusalén; y, luego de la destrucción, preparó al pueblo judío para la nueva generación, reconstruyendo el pensamiento religioso de Israel en cuanto a la libertad y responsabilidad del individuo y el significado del genuino arrepentimiento.
Profetiza además la destrucción de todos los enemigos de la nación de Israel. (Ezequiel: 38 y 39)